Si hay un pueblo con magia en Salamanca, ese es La Alberca. Pasear por sus calles es viajar en el tiempo, perderse entre casas de entramado de madera, sentir el aroma a embutidos ibéricos y descubrir rincones llenos de historia y tradición. No por nada fue el primer municipio de España declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1940. Y sí, es una de esas escapadas que hay que hacer al menos una vez en la vida.
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1. La Plaza Mayor y su esencia única
El corazón del pueblo. Aquí es donde todo ocurre, donde los vecinos se reúnen, donde el tiempo parece detenerse. Rodeada de casas con balcones de madera y floridos geranios, la Plaza Mayor es el mejor punto de partida para tu ruta. No dejes de probar el turrón artesano de La Alberca, un dulce con siglos de tradición, elaborado por las turroneras que cada día montan sus puestos en los soportales.
Además, encontrarás bares y restaurantes donde disfrutar de una buena tapa de jamón o queso de la Sierra de Francia. Consejo: siéntate en uno de sus soportales con una cerveza bien fría y simplemente disfruta del ambiente.
2. Sus calles empedradas y casas con historia
Si algo hace especial a La Alberca son sus casas de piedra y madera, con balcones adornados con flores y dinteles grabados con inscripciones religiosas. Aquí cada calle tiene su historia, cada esquina es una postal y cada fachada guarda secretos de siglos pasados.
Las casas están construidas en varios niveles, sobresaliendo unas sobre otras, lo que hace que en algunas calles los tejados de enfrente casi se toquen. Es un estilo arquitectónico único que no verás en muchos otros lugares de España
3. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y el marrano de San Antón
Este templo del siglo XVIII, obra de Manuel de Lara Churriguera, es otro de los imprescindibles. No te vayas sin admirar su retablo de la Virgen del Rosario y su impresionante púlpito de piedra policromada del siglo XVI.
Pero lo más curioso se encuentra en la entrada: el marrano de San Antón, una escultura de piedra que representa una de las tradiciones más peculiares de La Alberca. Cada año, desde junio hasta enero, un cerdo es liberado en el pueblo y alimentado por los vecinos. En enero, durante la festividad de San Antón, se subasta y los beneficios se destinan a obras benéficas. Sin duda, una costumbre que no deja indiferente a nadie.
4. Rutas de senderismo entre bosques de castaños
La Alberca no solo es un pueblo bonito, sino que está rodeado de una naturaleza espectacular. A pocos kilómetros se encuentra el Parque Natural de Las Batuecas-Sierra de Francia, un paraíso para los amantes del senderismo y la desconexión.
Uno de los recorridos más recomendables es la ruta hasta el Monasterio de Las Batuecas, un camino entre bosques de castaños, nogales y arroyos que te lleva hasta un antiguo convento carmelita. Si eres más aventurero, sube hasta la Peña de Francia, un mirador natural con unas vistas impresionantes de toda la comarca.
5. Disfrutar de la gastronomía serrana
Un viaje a La Alberca no está completo sin probar su increíble gastronomía. Aquí el buen comer es una religión, y los productos de la Sierra de Francia son los protagonistas.
Para abrir boca, nada como unas patatas meneás con torreznos, un plato humilde pero lleno de sabor. Si prefieres algo más contundente, prueba el cochinillo asado o el jamón ibérico de bellota, que aquí alcanza otro nivel. Y para terminar, un postre típico como el dulce de almendra o las perrunillas, acompañados de un buen licor de miel.
Algunos restaurantes recomendados son ‘El Soportal’, con vistas a la Plaza Mayor, o ‘Las Bóvedas’, ubicado en el hotel Abadía de los Templarios, donde la ambientación medieval acompaña cada bocado.